La primera vez que vi un tapir ya llevaba cuatro años en la selva, si no es que más -señala el investigador mexicano Rafael Reyna Hurtado.
Nos narra que por lo general los ha visto de noche, pero cuando es de día, es en aguadas, en días muy calurosos. “Son animales inofensivos con una visión muy pobre”, mientras no lo huelan a uno, se puede estar cerca de ellos y admirarlos.
Añade que es el último ejemplar de la megafauna hace miles de años existieron animales más grandes pero el tapir es el único que quedó, además, “el tapir es el principal dispersor de la semilla del zapote”.
“El tapir consume el zapote, se traga las semillas enteras, se va, defeca y las dispersa; le llaman el jardinero de la selva porque transporta semillas, además, al pasar por el tracto digestivo del animal, hay un proceso químico que lo hace terminar más rápido; los animales cumplen con esa función, otra cosa que hace es que también defeca en el agua, lo que hace que traiga materia orgánica de la tierra al agua, un papel que también hacen los hipopótamos en África”, destaca el investigador de El Colegio de la Frontera Sur, unidad Campeche. Eso fertiliza los cuerpos de agua, lo que cobra importancia para invertebrados, peces, entre otros seres.
“Es un animal muy interesante, quisiéramos estudiarlo más. Tenemos otro proyecto para ponerles collares y estudiar sus movimientos para tener más datos en el futuro”.
Con Guatemala compartimos el bosque tropical más grande que hay en todo Mesoamérica que es la selva maya, México tiene las Reservas de la Biosfera de Calakmul, de Balam ku, Balam Kim y también reservas en el sur de Quintana Roo. Todo eso es un mismo macizo de la biósfera maya, con Guatemala y Belice, con casi 2 millones de hectáreas.
En ese territorio vive el tapir, que depende de las aguadas. Por ello, científicos mexicanos, guatemaltecos y beliceños se unen para conformar un grupo de monitoreo de fauna silvestre en las aguadas y la relación estrecha de algunas especies de fauna silvestre y el agua.
“Hay tres especies que dependen exclusivamente del agua, una son los hocofaisanes y dos especies de mamíferos que están en peligro de extinción y que dependen de la presencia de agua para sobrevivir: una es el pecarí de labios blancos y el tapir”. De no existir las aguadas, estas especies desaparecerían.
Rafa Reyna explica que el tapir y el pecarí de labios blancos están en más grave peligro de extinción que el jaguar: “la distribución del jaguar abarca las costas de México, por el Golfo y por el Pacífico, el tapir y el pecarí sólo viven en algunas reservas del Sur de México”.
La mayor población de estas especies está en la selva maya, de ahí la importancia de conservarla y para preservar las dos especies de mamíferos grandes y en mayor peligro de extinción; “no sólo de México, hemos hecho estudios de México y todo Centroamérica y tanto el pecarí como el tapir son las dos especies de mamíferos más raras y aquí tenemos la fortuna de tener las poblaciones más raras en la selva maya.
Para estudiar a los animales, en este caso al tapir y al pecarí, los biólogos utilizan cámaras trampa. Colocan cámaras en los árboles a unos 30 o 40 centímetros del suelo y se activa cada vez que capta movimiento y calor. Cada vez que pasa un animalito que se mueve y que tiene una temperatura mayor a la del medio ambiente, activa la foto. Las imágenes se captan también de noche y por lo general se logran tomar hasta 40 mil fotografías.
Por ahora, investigadores de México, Guatemala y Belice están tratando de obtener el mayor número de datos de los tres países posibles para poder concentrar mejor las poblaciones en un solo macizo forestal, “porque los animales no ven fronteras”, especialmente en el sur de México donde solo hay un pequeño corte en la vegetación y los animales se cruzan con gran facilidad, reproduciéndose en cualquiera de los tres países.
Los científicos están estudiando constantemente qué es lo que afecta a las poblaciones y cómo se van moviendo entre los países. Cada año descargan imágenes y con análisis estadísticos analizan cómo cambian las poblaciones de jaguar, los tapires y pecaríes, cómo se mueven, si aumentan o disminuyen.
De estar monitoreando por 20 años las aguadas, Reyna Hurtado ha observado que de 15 años hasta el 2019, todas las aguadas se han estado secando.
“Creemos que es un efecto del cambio climático porque hay unas aguadas grandes que me tocó ver que se secaban y yo entrevisté a mis amigos chicleros, a personas grandes, de 70 a 75 años que han vivido en la selva por mucho tiempo, me dijeron que nunca habían visto las aguadas sin agua, necesitamos recolectar más evidencia, pero casi casi estamos seguros que es el cambio climático”.
Añade que el 2019 fue un año muy dramático porque hubo entre 15 a 20 eventos en los que los tapires salieron a las carreteras, a los pueblos buscando agua. “Desde el 2017 al 2019 la sequía llegó a tal grado que los tapires iban a los apiarios, destrozaban todo con tal de conseguir agua, se metían a los pueblos, salían a las carreteras, incluso hay reportes en los que la policía federal les estaba dando agua”.
Afortunadamente en el 2020 hubo tormentas que proveyeron de agua la selva. Con esa agua hasta ahora han sobrevivido los animales. Con las lluvias de agosto se alimentó otra vez del recurso vital la selva, por lo que el llamado a la conservación del medio ambiente y de la valoración de la biodiversidad en México, Guatemala y Belice debe ser cada vez más intenso.
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