Desde hace cinco años, José Candelario Xaman se ha sumergido en las profundidades del mar en busca de tesoros perdidos y reliquias olvidadas. Lo que en un principio comenzó como un simple pasatiempo ha evolucionado para convertirse en una de sus mayores pasiones.
Armado con su detector de metales, José explora los misterios del océano en busca de objetos históricos y valiosos. Además de su búsqueda, contribuye activamente a la limpieza de estos entornos marinos, recogiendo la basura que personas inconscientes dejan atrás. Considera que cada hallazgo es un regalo del mar y se siente satisfecho de poder contribuir a su preservación.
“Para mí, esta actividad es una fuente de gran satisfacción. No solo me dedico a buscar tesoros en la playa con mi detector de metales, sino que también aprovecho para limpiarla de la basura que muchas personas sin conciencia dejan atrás. Me sorprende la cantidad de desechos que encuentro: botellas, latas y más. Es por eso que considero que el mar me recompensa con sus hallazgos, desde monedas hasta joyas y todo tipo de objetos metálicos”, expresó José.
Lo que inició como una aventura solitaria pronto se convirtió en una pasión compartida con otros entusiastas de la búsqueda de tesoros. José se ha unido a grupos y clubes de aficionados donde comparte sus experiencias y conocimientos con otros apasionados por la exploración y la historia.
“Esta actividad se ha convertido en mi pasión. Como jubilado, me aburro en casa, así que prefiero pasar mi tiempo en las playas de Campeche y otros estados, donde puedo practicar esta actividad sin problemas. He visitado varias playas, desde San Lorenzo y Cozumel hasta Playa del Carmen y Tulum, y siempre encuentro algo interesante”, comentó José.
Cada descubrimiento representa para José una conexión con la historia y una emoción indescriptible. Desde antiguas monedas hasta objetos contemporáneos, cada hallazgo cuenta una historia única y le otorga un sentido de propósito a su búsqueda incansable.
Para él, la compra de un detector de metales, aproximadamente seis mil pesos, ha sido la mejor inversión. Le brinda la oportunidad de relajarse, entretenerse y encontrar objetos valiosos, los cuales conserva o intercambia con otros aficionados. Sin embargo, José no tiene la intención de vender sus hallazgos, ya que los considera verdaderos “tesoros del mar”.
“Poseo varios detectores de metales, no solo para usar en el mar, sino también para explorar en el campo. Nunca me han decepcionado. Siento una gran conexión con el mar; siempre llego solo a la playa y mantengo una conversación con él, pidiéndole que me regale algo valioso. En una ocasión, encontré 79 monedas, incluyendo algunas de un centavo y otras con el calendario azteca. Además, el año pasado el mar me obsequió 49 gramos de oro”, destacó José emocionado.