Dice el refrán que el hábito no hace al monje, pero Elisabeth y otras mujeres saben lo que es no tener nada que ponerse para una entrevista de trabajo. La ropa empodera, opinan, y la ciencia les da la razón.
Vestidas para ganar vacantes de trabajo en Estados Unidos
«Estaba superestresada, fue demasiado, teníamos que utilizar equipo de protección, mascarillas para respirar», contó.
Se inscribió en La Cocina, una organización sin fines de lucro que habilita para trabajar en el sector culinario, pero requiere 160 horas de pasantía y eso supone tener ropa adecuada.
Vestuario profesional
«Yo no compro ropa para mí, trato de ahorrar lo más que puedo porque tengo que enviar dinero a Bolivia, donde vive mi mamá que es viuda», explica. Y sin ropa no había prácticas.
Su salvavidas se llama Suited for Change (Vestidas para Cambiar), una ONG que facilita gratuitamente ropa a mujeres necesitadas del área de Washington y les asesora para entrevistas de trabajo. Más del 90% de sus clientas son afroestadounidenses.
En una primera visita les regalan dos conjuntos completos de ropa, accesorios y zapatos y si consiguen el trabajo otros tres. Proceden de donaciones particulares y compran una pequeña parte para asegurarse de tener todas las tallas.
«Probé mucha ropa», dice Elisabeth, quien a sus 45 años se sintió “como Pretty Woman”. Se fue con la vestimenta adecuada para la pasantía.
La congoleña Maeva Ikias se sintió igual de aliviada. Esta joven de 29 años que vive en un albergue para madres solas con niños pequeños no tenía medios ni ropa para ir a una entrevista de trabajo en un banco: «No tenía nada que ponerme, no podía presentarme en tenis » y «la verdad es que cuando entras en un cuarto te juzgan por lo que ven».
Menos de un segundo
La ropa hace que una persona parezca más competente a los ojos de los demás en una fracción de segundo, de acuerdo con un estudio publicado en 2019 por la Universidad de Princeton.
Los investigadores concluyeron que la gente percibe la competencia de una persona basándose en señales sutiles como la ropa y estos juicios, que se hacen en milisegundos, «son muy difíciles de evitar». De modo que «las personas de bajos ingresos pueden enfrentar obstáculos en relación con la forma en que los demás perciben sus habilidades, simplemente con mirar la ropa».
Datos de diversos países muestran que incrementar la proporción de los ingresos del hogar controlados por las mujeres, procedentes de lo que ganan ellas mismas o de transferencias de dinero, modifica los patrones de gasto en formas que benefician a los hijos, asegura ONU Mujeres.
«Ayer el chef me llamó y me preguntó si quería quedarme», cuenta Elisabeth, quien sacrificó la carrera y se quedó en Estados Unidos a pesar de los infortunios porque su marido y uno de sus dos hijos padecen una enfermedad genética y reciben tratamiento.
Por cierto, Maeva consiguió el empleo.