La Comisión Económica para América Latina (Cepal) elevó en 0.4 puntos porcentuales su proyección de crecimiento económico para México en 2023, pasando de un estimado 1.1% –pronosticado en diciembre pasado– hasta 1.5% en su más reciente actualización.
La revisión al alza para México –como para América Central–, se atribuye a la mejora en la previsión para la economía de Estados Unidos, país que se posiciona como el principal socio comercial y la primera fuente de remesas, con trascendencia en el sector externo y en el consumo privado.
“Además, los menores precios de la energía previstos para este año en comparación con el 2022 actuarían a favor, dado que varias de ellas (economías de América Central y México) son importadoras netas de energéticos”, puntualizó la Cepal.
Asimismo, los economistas apuntan que, pese al panorama adverso que se anticipaba hace unos meses atrás, la economía mexicana ha mostrado fortaleza en el arranque del año.
“En el primer trimestre vimos que la fortaleza que mostró este repunte económico la actividad económica de Estados Unidos siguió beneficiando a la actividad económica de nuestro país. De ahí que con este impulso, se disiparon los temores que surgieron a finales del año pasado de que la desaceleración que se veía en algunos sectores en Estados Unidos, particularmente en las ventas minoristas y en la producción industrial, más bien fue un episodio de pérdida de dinamismo económico o de desaceleración y no tanto el inicio de una recesión porque tuvimos un arranque bastante bueno, mucho mejor de lo que se esperaba”, señaló Janneth Quiroz, subdirectora de Análisis Económico en Monex.
“En los primeros meses de este 2023, la situación económica en México ha sorprendido para bien, los datos han estado mejor a lo pronosticado, ha sido un comienzo de año mucho más resiliente de lo que habíamos anticipado originalmente y esto ha provocado ajustes al alza en términos de revisiones de pronósticos de crecimiento para este año”, indicó James Salazar, subdirector de Análisis Económico en CI Banco.
En ese sentido, el economista refirió que hasta el momento se han reportado mejoras en los datos de la actividad económica del país, el empleo formal, el consumo, así como en la industria automotriz, siendo ésta última uno de los sectores estratégicos para la economía de México.
De acuerdo con los datos más recientes, en el primer trimestre del año se registró la creación de 423 mil 384 empleos formales ante el IMSS, posicionándose en el mayor nivel histórico en periodos comparables desde que se tiene registro.
Asimismo, la industria automotriz dio a conocer que en el acumulado entre enero y marzo, las ventas internas de vehículos ligeros crecieron en 24.4% respecto al mismo periodo de 2022, la producción en 8.6% y la exportación en 8.9%.
Y la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicios y Departamentales (ANTAD), todavía registró una variación positiva de 4.1% en las ventas en términos nominales a tiendas iguales en marzo.
Pese a la mejora en el pronóstico, éste se mantiene fuera de las previsiones de lo que presentó Hacienda en los pre-criterios, pues para 2023 espera que la economía mexicana crezca 3%, con un rango de crecimiento que va de 2.2% a 3%.
América Latina y el Caribe crecerán 1.2% en 2023
En las nuevas proyecciones de la Cepal para América Latina y el Caribe, se observó una reducción de 0.1 punto porcentual para la región, pasando de 1.3% a 1.2% para el presente año.
Además de la baja, se estima que la región mostrará un crecimiento menor a lo observado para 2022, marcado por un bajo dinamismo en la actividad económica y el comercio mundial.
“Adicionalmente, a las alzas experimentadas por las tasas de interés a nivel mundial se agregaron las turbulencias financieras observadas a comienzos de marzo lo que ha acentuado la incertidumbre y volatilidad de los mercados financieros”, detalla la Comisión.
La Cepal advirtió que la proyección de crecimiento para la región está sujeta a riesgos a la baja ante la posibilidad de que resurjan y se acentúen las turbulencias del sistema bancario global, lo que implicaría un endurecimiento más persistente de las condiciones financieras mundiales con las consecuencias en el acceso y costo de financiamiento.
Aunado a los riesgos financieros, también persiste la incertidumbre sobre los efectos que pudiera conllevar la prolongación de la guerra en Ucrania y el aumento en la fragmentación geoeconómica sobre el crecimiento económico, los precios de las materias primas y el comercio mundial.